No había luz en la noche, salvo por el sonido de los tambores y los gritos de guerra. El joven escuchaba con atención, era el sonido de los latidos de su corazón y el fluir de su sangre. ¿Qué había escondido en esa oscuridad situada por delante? ¿Era un hombre, un Dios o… un monstruo? ¡No existía el mejor camino, porque el viaje bajo sus pies siempre fué ilimitado!.